Jesús Moncada
Pintura
Jesús Moncada se dedicó a la creación plástica y visual durante dos décadas, entre 1962 y 1982. Al contemplar su obra lo que primero nos sorprende es el impacto misterioso de sus dibujos y pinturas, que tienen como protagonista al ser humano. La capacidad de comunicación plástica de Moncada no deja indiferente a nadie ante su obra[1].
En opinión de Sandrine Ribes[2], su interés por la pintura ha de entenderse desde la profunda investigación estética que desprende y se filtra en las palabras y no desde motivos estrictamente biográficos, lo cual se acostumbra a hacer con frecuencia a la hora de abordar el trabajo de Moncada (…) en “Camí de sirga” y en “Estremida memòria” Moncada emplea el retrato pictórico como parte de la estrategia narrativa[3].
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[1]Para conocer con profundidad la vertiente plástica de Jesús Moncada se puede consultar la excelente obra: Jesús Moncada. L’univers visual. Llapis, tinta i oli. El universo visual. Lápiz, tinta y óleo. PRAMES: As Tres Serols-Las Tres Sorores-Les Tres Sorors, Zaragoza, 2012.
[2]Ribes, Sandrine: L’oeuvre de Jesús Moncada: entre plume et pinceau. Revue d’Ëtudes Catalanes, 8-9 (2005-2006), Montpellier, pp. 202-225 (217-218).
[3]Ribes: o.c., p. 11.
Según Roig i Queralt, Las pinturas de Moncada sorprenden por la adaptación de estilos con un gran peso sobre la materia pictórica. Esto hace que en sus dibujos se detecten presencias insinuadoras como la estética del expresionismo más crudo, mientras que en los acrílicos se combinan estilos que irían desde el surrealismo pionero de un Max Ernst, pasando por las desfiguraciones de Francis Bacon hasta llegar a los vacíos fulgurantes de Pablo Gargallo. Todo entre un figurismo anónimo, pero al mismo tiempo colectivo, que en determinados momentos tiene explosiones de color al estilo Kandinsky[4].
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[4]Roig i Queralt, Francesc: L’univers pictòric de Jesús Moncada, texto para el catálogo de la exposición homónima celebrada en el Museu d’Art Modern de la Diputación de Tarragona. Tarragona del 4 al 27 de noviembre de 2005. Citado en el libro de PRAMES, o.c., p. 16.
Francesc Roig i Queralt define el arte de Moncada con unas palabras que sintetizan de manera precisa la clave temática de Moncada.
Se trata de una estética dura, de vegetación vacía, como un tronco agujereado permanentemente por el lastre de la historia, que plantea de manera directa una relación constante entre cuerpos llenos y cuerpos vacíos. Es la metódica exploración del inconsciente con figuras casi mineralizadas y paisajes y objetos fosilizados. Es la Mequinenza vivida pero desposeída del vivir; descrita con colores vivos, pero con difuminado periférico, nubloso y frío; la Mequinenza fragmentada por el contra volumen de las ausencias, con cuantiosos fragmentos unidos por el trazo negro que delimita siempre el mapa del color. Carcasas de memoria que hay que recubrir con la angustia de la nada y la utópica estimación del vacío[5].
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[5]Roig i Queralt, Francesc: a PRAMES, o. c., p.18.
Sobre su personalidad artística, haremos referencia a las palabras del escritor y periodista Antón Castro, quien señala: La obra de Jesús Moncada era como una detonación; allí había un pintor, un artista, un escritor de las emociones y los gestos que conocía el oficio (…). Había una impregnación de las vanguardias históricas, un acercamiento evidente al surrealismo y algunos de sus maestros (Tanguny, Magritte, Ernst, también la pintura metafísica y enigmática de De Chirico), una convivencia con la marca cubista, una mirada hacia el expresionismo (admirador de Tàpies), una inclinación hacia un alucinante realismo. Y siempre se veía en su mano el gusto por el trazo, la buena composición y la embriaguez cromática[6].
La obra plástica se sitúa en el contexto artístico de vanguardia que impera en la década de 1960, orientado en un principio hacia el surrealismo y más tarde hacia el informalismo. En el ámbito catalán es representado por el grupo Dau al set, nombre también de la revista que editan y que incluye artistas como Antoni Tàpies, Modest Cuixart, Joan Ponç, Joan-Josep Tharrats, escritor y filósofo, el crítico de arte Arnau Puig o poetas como Joan Brossa.
En España se desarrollaba un movimiento que se oponía al informalismo denominado Pintura española neofigurativa, de M. García Viñó. Los planteamientos de la neofiguración enlazan con otros anteriores de Dubuffet, Willem de Kooning o el de Cobra[7].
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[6]Castro, Antón: PRAMES, o. c., p. 20.
[7] PRAMES: o. c. p. 26.
Moncada se considera deudor de Francis Bacon. El binomio Bacon-Moncada tiene muchos elementos comunes a pesar de que, como casi siempre, fueron los más indefinidos aquellos que imperan definitivamente la superficie de los cuadros. Para ellos dos, continúan en el mismo soporte los recursos espontáneos, a veces en las formas expresionistas y las superficies semi vacías de marcado contenido poético, donde se disuelven o resaltan las formas, siempre en el juego interior-exterior. Parece como si las figuras hubiesen sido devoradas y, a pesar de todo, quedaran como huellas semi destruidas. No estaría de más referirse como a “cuerpos” —tienen contorno limitado— que se oponen o integran en un fondo. Al mismo tiempo que lo utilizan como hábitat, también lo generan[8].
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[8] PRAMES: o. c. p. 27.
Los personajes que Moncada muestra plásticamente viven, muchas veces, en espacios opresivos. En este sentido, se puede situar su obra en la denominada pintura metafísica desarrollada en Italia a partir de 1917 por Giorgio De Chirico, Carlo Carrá y Giorgo Morandi. Los rasgos artísticos más significativos de esta corriente son la creación de ambientes misteriosos e inquietantes, personas con carácter ambiguo, es decir, carácter fantasmal y metafísico.
Hay dos características a destacar: No acompañaba sus obras con palabras o denominaciones, como podía ser un título, y la mayoría de les veces no les ponía fecha.
Gracias a la generosidad de Rosa María Moncada, hermana y admiradora de Jesús Moncada, se pueden contemplar los dibujos y obras pictóricas en el Museu d’Història de Mequinenza, donde se ha habilitado una excelente ubicación denominada Espai Moncada. También hay objetos personales del artista: plumas estilográficas, diplomas, una máquina de escribir, etc.
Para terminar este capítulo, hay que decir que Jesús Moncada retrató a una población en pleno proceso de desaparición abatida por el futuro incierto del pueblo, entre les décadas de 1960 y 1970. Su padre, Josep Moncada, tenía una cámara y reunió una colección de fotografías de los vecinos, sobre instantes de la vida cotidiana y las diferentes manifestaciones públicas celebradas en la villa de Mequinenza.