Texto

Un barril de jabón

Texto seleccionado y traducido: El Cafè de la Granota / El Café de la Rana

La historia de Florenci comenzó un día a la hora del almuerzo. Recuerdo que las mujeres iban hacia la mina a llevar la comida a los hombres y que por todo el valle se oían las explosiones de cada mediodía. Unas nubes negras bajaban por el río Ebro hasta la villa. Era un día oscuro, un día de aquellos que no te permiten estar tranquilo.

El Llampec, una de las cuatro barcas de la mina, acababa de llegar al pequeño puerto de Pedret. Las barcas como el Llampec transportaban carbón hacia otras poblaciones de la ribera y, cuando regresaban, aprovechaban para traer productos que no había en la villa.

Esta vez el Llampec había traído un barril lleno de pasta de jabón. El patrón y los trabajadores de la barca se esforzaban para bajarlo a tierra. No era una tarea fácil, había nervios, discusiones y palabras malsonantes.

Cuando finalmente lo consiguieron, Pere Camps, el patrón de la barca, dijo a Florenci, uno de sus trabajadores:

—Tú, desgraciado. Ya puedes llevar el barril hacia la tienda de la Adelaida. Ve rápido si no quieres que te pegue.

Pere Camps era un hombre violento. Nadie quería trabajar para él, y si lo hacía, era por necesidad. Trataba mal a todos sus trabajadores, pero sobre todo a Florenci. Como el pobre chico siempre lo aguantaba todo, el patrón se aprovechaba de él.

Aquel día Florenci tampoco dijo nada. Tumbó el barril de lado y comenzó a hacerlo rodar calle arriba. Así me lo explicó la Marieta Peris, que en aquel momento lavaba la ropa en el río, cerca de la barca. La Marieta, conocida como la Gramola, siempre lo sabía todo de todo el mundo.

Florenci tenía que llevar el barril a la tienda de la Adelaida, en el extremo más alto de la calle Sant Francesc. Precisamente, en su parte más baja, esta calle acaba en el pequeño puerto de Pedret. Así pues, para ir desde la barca hasta la tienda, Florenci tenía que seguir una línea recta.

Pero esta calle es la más inclinada de la villa y cuesta bastante subirla, sobre todo si se tiene que empujar un barril. Al poco de empezar, a Florenci ya le faltaba el aire y se paró un momento. Un poco más arriba tuvo que aguantar las burlas de los hombres que esperaban al lado de la barbería.

— ¿Todo ese jabón necesitas para lavarte, Florenci?

— ¡Sí que llevas sucias las orejas!

— ¡Dile a Pere Camps que ese barril lo suba su abuela!

Incluso salió el barbero. Se llamaba Miquel y dejó el trabajo un momento para reírse de Florenci.

— ¿Hasta cuándo te dejarás engañar, bobo?

A pesar de todos estos comentarios desagradables, el pobre chico continuó calle arriba sin decir nada. Al poco rato, el cielo se volvió todavía más negro y empezó a llover. Todo el mundo entró dentro de las casas, pero Florenci continuó empujando el barril bajo la lluvia, cada vez más intensa.

Un poco más arriba, el chico no pudo más y soltó muchos tacos. Por lo que se ve, Florenci, a quien nunca se le había escapado ni media palabra fuerte, maldijo a todos los santos. La Teresa, una de las mujeres más devotas de la Villa, incluso rezó una plegaria para que los santos no se lo tuviesen en cuenta.

Florenci se quedó solo en medio de la calle.

Entonces se oyó aquella especie de trueno que parecía anunciar que se acababa el mundo y, después de este, aquel ruido espantoso. Todo el mundo salió afuera a mirar qué había pasado. El barril de Florenci había caído calle abajo a toda velocidad hasta topar con el café de Alexandre. Con el golpe, el barril se había roto y el jabón se había derramado. Entonces la lluvia empezó a deshacer el jabón y una montaña de espuma comenzó a descender hasta el río. Las barcas del pequeño puerto de Pedret quedaron cubiertas de blanco.

No supimos nunca qué había pasado realmente. Nadie lo vio, y Florenci, como siempre, no dijo ni media palabra. Suponemos que al pobre chico se le escapó el barril de las manos por culpa de la lluvia. O quizás fue por el cansancio. En cualquier caso, en la villa, esta historia se comentó mucho. Teodor incluso comparó a Florenci con Sísife. Según los antiguos griegos, los dioses condenaron a Sísife a subir eternamente una roca hasta lo alto de una montaña. Cada vez que Sísife llegaba a la cima, la roca se le escapaba de las manos y tenía que volver a subirla. Naturalmente, a partir de aquel día, Florenci fue conocido como la Sísife de la Ribera.

La historia del barril hizo mucha gracia a todo el mundo, excepto a Pere Camps. Al patrón no le gustó nada perder todo aquel jabón, pero todavía le molestó más otro detalle. Los pocos que sabían de qué se trataba lo convencieron para que lo olvidara y no dijera nada. Valía más la pena pensar que había sido una coincidencia de aquellas que pasan en la vida. Bien mirado, ¿no había sido simplemente mala suerte que a Florenci se le hubiera escapado el barril justamente cuando Pere Camps subía por la calle y que el patrón se hubiera tenido que meter en la barbería para no ser atropellado?

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Traducción y adaptación del cuento que se incluye en:

Jesús Moncada: El Cafè de la Granota. Cinc relats. Adaptació d’Elisenda Galobardes i Tuneu. Eumo Editorial. Universitat de Barcelona. 2012, pp. 9-14